Hoy en dia, la coste norte de Rusia es facilmente navegable gracias a las cartas nauticas detalladas y a los sistemas GPS de seguimiento por satelite, pero hace unos cuantos años, sin estos medios, dicha ruta era realmente peligrosa. La vasta costa rusa unida al frio mortal, a las tormentas y a la noche polar que podia durar hasta 100 dias hacia que muchos barcos, junto a su tripulacion, desapareciesen sin dejar rasto.
Debido a esto, el gobierno sovietico decidio en su dia construir una linea de faros kilometrica para guiar a los barcos. Tras la caida del telon de acero y la aparicion de los sistemas GPS, estos faros perdieron su utilidad y fueron abandonados al estar construidos a cientos y cientos de kilometros de las areas pobladas.
Hoy en dia algunos quedan en pie, y pese a los avisos de RADIACTIVIDAD los amantes de lo exotico no dudan en entrar.
Impactante y curiosa escena, un veterano tanquista ruso de la Segunda Guerra Mundial, despues de mas de 60 años, se reencuentra con el mismo tanque que el y su fallecidos camaradas tripularon durante la larga campaña. Solo el y su tanque, ahora convertido en monumento, podrian contar las horrorosas escenas que tuvieron que ver y hacer contra los alemanes, no logro imaginarme el coctel de sentimientos del veterano al volver a ver la misma maquina en la que paso varios años de horror.
El Caminito del Rey es un paso construido en las paredes del Desfiladero de los Gaitanes en El Chorro, entre Álora y Ardales en la (Provincia de Málaga) en España. Se trata de un paso peatonal de 3 km con largos tramos con una anchura de apenas 1 m colgando hasta 100 m de altura sobre el río, en unas paredes prácticamente verticales. Actualmente se halla muy deteriorado, casi todo el recorrido está sin barandilla y hay segmentos que se han derrumbado, quedando sólo la viga de soporte. Todos estos factores han contribuido a crear una leyenda negra tras haber perdido la vida varios excursionistas tratando de cruzarlo.
La Sociedad Hidroeléctrica del Chorro, propietaria del Salto del Gaitanejo y del Salto del Chorro necesitaba un acceso a ambos para facilitar el paso de los operarios de mantenimiento, transporte de materiales, y la vigilancia de los mismos. Las obras se iniciaron en 1901 y fueron terminadas en 1905. El camino comenzaba junto a las vías del tren de Renfe y recorría el Desfiladero de los Gaitanes, permitiendo el acceso a ambos saltos. En 1921, el rey Alfonso XIII asistió a la inauguración de la presa del Conde del Guadalhorce cruzando para ello el camino previamente construido, o al menos lo visitó. Fue a partir de este momento cuando se le empezó a apodar como Caminito del Rey, nombre que se mantiene vigente actualmente. Vista frontal del Caminito El paso del tiempo y el abandono de su mantenimiento hizo mella en el Caminito: en los años 90 presentaba un estado lamentable, con la barandilla desaparecida en prácticamente todo su recorrido, numerosas secciones derrumbadas y las que quedaban amenazando con hacerlo. Precisamente fue su peligrosidad uno de los factores que contribuiría a su fama, numerosos excursionistas se dirigían a El Chorro motivados por recorrer el Caminito (aunque también por su zona de escalada, una de las más importantes de Europa). Esto propició numerosos accidentes (algunos mortales) a lo largo de los años y acrecentó su leyenda negra.
En 1999 y 2000 sendos accidentes mortales que costaron la vida a cuatro excursionistas indujeron a la Junta de Andalucía a cerrar los accesos al camino, demoliendo su sección inicial. Esta medida no consiguió detener a los excursionistas, que seguían encontrando la manera de acceder a él escalando. También decretaron una multa de 6.000€ por transitar por las vías y los túneles del tren por las que se puede volver del Caminito.
La Diputación Provincial de Málaga, en colaboración con la Junta de Andalucía, ha incluido en sus presupuestos del 2006 un plan de restauración. En enero de 2009 salió a concurso la redacción del proyecto para su reparación cuyo presupuesto se estima en 18 millones de euros.
Sobre el fondo del Blue Hole, en Dahab (Egipto), se acumulan los cadáveres de más de un centenar de buceadores. Conocido por los profesionales como “el cementerio de submarinistas”, el Blue Hole es uno de los lugares de buceo más peligrosos del mundo y se sigue cobrando la vida de aficionados y expertos.
El Blue Hole es básicamente una laguna de coral que conecta con mar abierto a través de un enorme y precioso arco azul de 26 metros. Para acceder al arco, los submarinistas deben descender a unos 60 metros de profundidad y una vez allí ascender de nuevo por el camino que les llevará hasta la superficie del mar. Sin embargo, debido a la orientación de la cueva, muchos buceadores no encuentran la entrada y siguen avanzando hacia el fondo. El camino se convierte entonces en un lento descenso hacia la muerte. Superados los 60 metros de profundidad, la acumulación de nitrógeno comienza a hacer estragos. Los buceadores pierden la referencia y descienden hasta los 100 metros creyendo haber encontrado la salida. Al final del trayecto, se precipitan sobre un lecho marino donde aún son visibles los restos y los equipos de aquellos que perdieron el rumbo antes que ellos. Los cuerpos de los buceadores cuyas familias no han podido pagar un rescate aún permanecen en el fondo. Aunque las autoridades egipcias admiten la muerte de hasta 40 submarinistas, otras fuentes hablan de hasta cien cuerpos en el fondo del lago. En abril del año 2000, el buceador ruso Yuri Lipski se adentró en el Blue Hole con una cámara sobre su cabeza y grabó su propia caída al fondo del abismo. Las imágenes (durísimas) muestran cómo Yuri pierde el control y se precipita a una velocidad vertiginosa hacia las profundidades. Al final del vídeo, el propio Yuri muestra a la cámara la profundidad a la que perdió la vida: 91,5 metros.
Este vídeo muestra las imágenes del rescate del cuerpo de Yuri.
Este otro vídeo (muy desagradable) muestra el cuerpo de la buceadora Barbara Dillinger, a 112 metros de profundidad.
Un volcán submarino ha entrado en erupción en aguas de Tonga, en Nueva Zelanda, dejando imágenes tan impresionantes como éstas, donde litros y litros de agua se han elevado por la fuerza de la explosión.
Desde luego hay que tenerlos cuadrados para observar este fenomeno a la distancia desde la que esta gente lo hace.
Los japoneses nos tienen acostumbrados a mostrarnos construcciones de lo más dispares. Parece ser que este país no tiene término medio y de los solitarios y bellos templos, rodeados de jardines Zen, pueden pasar a lugares que podríamos denominar “infernales”. Es el caso de la isla de Hashima. Este islote sería uno más de los más de 500 islotes deshabitados que se encuentran dentro de la prefectura de Nagasaki, al sur del país Nipón, a no ser porque a comienzos del siglo XIX se encontró una gran beta de carbón en sus entrañas. En aquella época el carbón era un bien preciado y escaso en aquel país y no se escatimaron medios para convertir el pequeño arrecife en un complejo industrial con ciudad incorporada. Durante más de 70 años el trabajo fue incesante. El hormigón hizo que la isla le ganara más de un quilómetro al mar. Un alto muro se construyó alrededor de toda la isla para protegerla de los tifones y de las inclemencias del tiempo y en el interior del perímetro, una enorme ciudad emergió para dar cabida a los casi 6000 trabajadores que llegó a albergar sobre el año 1959. La densidad de población llegó a alcanzar los 3460 habitantes por kilómetro cuadrado.
La explotación minera fue comprada por la compañía Mitsubishi en el año 1890, y poco a poco, dado que los trabajadores no podían salir de la isla y que esta tenía unas medidas bastantes reducidas, se construyó todo tipo edificaciones en la ciudad. Cines, teatros, escuelas, decenas de tiendas, restaurantes, peluquerías, salones de té, gimnasios, templos para las oraciones, recreativos… en fin, todo lo necesario para que la elevada población no fuera pasto de la locura al estar confinados en un lugar tan reducido.
En 1974, Mitsubishi cerró la mina por no serle ya rentable el tema del carbón y desde entonces, la isla está completamente deshabitada. Como en el resto de lugares abandonados del mundo, el clima y los años se han encargado de transformar lo que fue una ciudad llena de vida en un montón de escombros y de edificios fantasmales.
La isla es llamada también en la zona Gunkanjima (buque de guerra en japonés), por la apariencia que muestra su perfil vista desde lejos. Actualmente los terrenos son propiedad del gobierno y se necesita un permiso especial para poder visitarla.
Texto de Sinuhé G. – Tejiendo el Mundo
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